Fabiola Figuero Neri, "Leve cotidiano". La Jornada

Nota de La Jornada a Fabiola Figuero Neri por su libro "Leve cotidiano". Colección sinlímite, Guadalajara, Jalisco, Febrero de 2009.



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La tapatía comparte el proceso creativo de su segundo libro
Leve cotidiano, museo sin puertas: Fabiola Figueroa

RICARDO SOLIS
Fabiola Figueroa en entrevista con La Jornada Jalisco
Lupa
Fabiola Figueroa en entrevista con La Jornada Jalisco Foto: ARTURO CAMPOS CEDILLO

La escritora tapatía Fabiola Figueroa Neri apenas presentó –el pasado febrero– su segunda publicación, Leve cotidiano (Ediciones El Viaje, 2009), un conjunto de narraciones en las que, bajo un ordenamiento sorpresivo, se ejercitan tonos que van desde lo poético hasta la más concreta prosa. En entrevista con La Jornada Jalisco, revela algunas cuestiones de su formación, elaboración del libro y perspectivas a futuro…

–Usted estudió Ciencias Políticas, pero en este libro es notable la intención de elaborar una prosa detenida que busca la precisión ¿de dónde proviene su formación en este campo? ¿Cómo es que se da?

–Prácticamente toda mi vida. Desde los siete u ocho años de edad, comencé a escribir, con algunas ideas y cosas de niña, poemas cursis y cosas así. Pero siempre me gustó leer, leí toda mi adolescencia. Fue hasta que concluí la preparatoria que escribí un primer cuento con el que obtuve el tercer lugar en un concurso. Eso me animó y, a partir de ahí, seguí. Pienso a veces que debí estudiar Letras, pero no tuve mucho valor y me fui a la escuela de Estudios Políticos, donde tallereaba con amigos. De hecho, toda la vida he escrito. Este libro corresponde a esos años, muchos de estos relatos proceden de esa época. Hice una primera versión, pasó el tiempo…

–Pensando precisamente en eso, ¿cuánto –en términos de tiempo– representa la hechura de este libro?

–Dos años, desde que lo retomé con esa intención. Esta es la quinta versión, partiendo del original. Pero estuve cerca de 10 años re-escribiendo los textos…

–Bueno, en el libro son notables la vocación de lectura y una distancia concreta de la formación académica en el campo de la literatura (y ambos detalles son poco frecuentes) ¿cómo concibe su propio proceso formativo en esta área?

–A mí siempre me ha gustado leer. Llego al punto en que me hago ‘amiga’ de ciertos autores, cuando los leo mucho. Creo que es algo que se nota…

–En efecto, hay un relato incluso que refleja esta relación con la lectura y algunos autores con los que se entra en diálogo (en especial Chesterton)…

–Bueno, Chesterton –en esos años– fue para mí como la Biblia. Pero, debo confesar, en este libro los textos son una especie de catálogo de lo que más me ha gustado de lo que había escrito. Cuando fueron mejorando, me costó un poco de trabajo ir encontrando su ‘identidad’. Entonces, en pláticas con algunos amigos, me hicieron ciertas observaciones. A partir de ahí, comencé a identificar aquello que tenían en común, una especie de ‘realismo mágico’ (en el sentido de que la vida, siendo cotidiana, es susceptible de que uno le dé una interpretación un tanto fantasmagórica a ratos), y quise conservar esa unidad. Pero hay relatos que sí son muy recientes, y se fueron incorporando.

–¿En qué pensaba cuando decidió el ordenamiento o disposición de los textos? Luce ingeniosa esa división en secciones en las que se combinan series de textos que aparecen de modo indistinto en ellas…

–Lo primero fue una idea respecto de la discontinuidad del tiempo, puesto que en la vida éste no tiene por qué ser tan lineal. Pero también pensé que muchos de los textos correspondían a imágenes gráficas, como un museo en el que hay salas y galerías que agrupen piezas en común. Hay una sección (llamada ‘Cinco’) donde los relatos se agrupan en función de aludir a los sentidos…

–En el libro esto se percibe como una suerte de ‘armado’ inteligente ¿parte esto del conocimiento del propio trabajo?

–Creo que sí. Parte de algo que tiene que ver con la identidad, y así ‘encontrar el hilo’. Cuando uno comienza a escribir, creo, uno privilegia el desorden y la inspiración…

–Pero este libro no semeja el de alguien que comienza a escribir…

–Porque a lo largo de los años lo he ido puliendo. Creo que la clave está en diferenciar un simple conjunto de textos de una obra, que debe de ser –supongo– más armoniosa…

–Aunque entre los que integran su libro hay diferencias clave de tono, en algunos es claro que se trata de narraciones y, en otros, se percibe claramente un carácter poético ¿era consciente de esto al ordenar el material?

–Bueno, quizá tiene algo qué ver con el hecho que mencionas de que se nota que alguien escribe sin conocer a rigor los géneros literarios…

–Pero no hablaría de ‘desconocimiento’ sino, de cierta manera, de una voz que les ‘falta al respeto’, un poco… ¿No cree?

–Exacto. Algunas de las prosas tienen un sentido poético, más que por la forma es por la idea o imagen que pueden provocar. Creo que la virtud está en que la narración se ubica en una especie de ‘frontera’, en la que todo se torna difuso.

–Ahora bien, este tipo de disposición en donde las secciones admiten textos cuyas series se distribuyen a lo largo del libro ¿le pareció que favorecía a la recepción de cierto tipo de lector?

–Más que pensar en eso, imaginaba la idea del ‘museo’, temas que se repetían y ordenaban en…

–Pero ¿no es una paradoja pensar en la idea del museo –que implica un orden determinado– con aquello a lo que alude el título como lo imprevisible de la vida?

–Pero pensaba yo en una idea de museo como el espacio que uno visita en la vida. Se trata más bien de un museo ‘sin puertas’…

–¿Concibe al lector como ese visitante probable?

–Podría ser. Finalmente se trata de acercarse y ver lo mismo de todos los días, pero visto con otro sentido, desde la perspectiva de personajes extraños que pueden mimetizarse con la realidad.

–En este punto ¿cómo se acerca a la experiencia de escritura? (pensando en el futuro)…

–Bueno, estuve escribiendo una novela. La terminé y me sugirieron la publicación, pero pensé que si había algo ‘en el cajón’ eso sería como ‘matar’ a alguien. Así, me animé a publicar Leve cotidiano. Y bueno, este libro se trató mucho de salir a caminar. Pasear y asistir a la sorpresa de encontrar el mundo (tenía veintitantos años), sentir como que todo era nuevo. Pero es también un libro que fue escrito como ‘a escondidas’, mientras realizaba otras actividades, como una forma de escapar al aburrimiento. El libro es muy emocional. Puesto que se trata de escribir y sacar las cosas de uno mismo, y de repente regresar, atreverse a decirse las cosas a uno mismo. Creo que en eso hay mucho de evolución; por lo menos desde que comienza a escribirse el libro, se termina, y comienzo a pulirlo…

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